Último de los grandes protagonistas de la guerra fría, Fidel Castro murió a los 90 años de edad, cuando Cuba prepara con gran expectativa una nueva era en su flanco más sensible: el de las relaciones con Estados Unidos.
Sólo la enfermedad apartó a Castro del poder. Al cabo de seis décadas de intensa actividad política, traspasó el mando por etapas a su hermano menor, el presidente Raúl Castro, quien a su vez tiene previsto retirarse del cargo en 2018.
“Mi destino verdadero”
Fidel Castro retuvo el poder surgido de la revolución de 1959, a pesar de la hostilidad de once presidentes de Estados Unidos, seis de los cuales están muertos: Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan.
Ellos y los cinco sobrevivientes, Jimmy Carter, Bill Clinton, George H. W. Bush, su hijo, George W. Bush y Barack Obama, mantuvieron, en distinto grado, una ofensiva contra Cuba, que incluyó acciones armadas frontales e indirectas y una coerción económica, que La Habana calcula en más de 120 mil millones de dólares a precios constantes.
Castro murió sin manifestarse públicamente sobre el electo mandatario estadunidense Donald Trump.
El 5 de junio de 1958, aún peleando en la Sierra Maestra, Fidel escribió a su íntima Celia Sánchez: “Me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.
Cualesquiera que hayan sido sus resortes, el conflicto con Estados Unidos marcó la seguridad, la política, la economía, la diplomacia, la propaganda y la vida cotidiana de Cuba en las últimas cinco décadas.
Ese periodo cambió el 17 de diciembre de 2014, cuando Raúl y Obama anunciaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Fidel Castro guardó silencio durante seis semanas, tras lo cual escribió una extensa carta a los estudiantes sobre diversos temas. Al acuerdo con Estados Unidos le dedicó apenas trece renglones.
“No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos”, dijo entonces, “sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra”.
Agregó que cualquier solución a problemas con Estados Unidos, “que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza, deberá ser tratada de acuerdo a los principios y normas internacionales” y concluyó que Raúl “ha dado los pasos pertinentes”.
Elíptico y distante en su lenguaje gestual y escrito, mostró finalmente su respaldo al acuerdo más esperado por millones de cubanos en décadas.
Tras la visita de Obama a la isla en marzo pasado, Fidel hizo otro comentario escrito, en el que reaccionó con ironías y sarcamos a las declaraciones del estadunidense. “No necesitamos que el imperio nos regale nada”, concluyó.
Una imagen simbólica
La trayectoria política de Fidel Castro se extendió de mediados del siglo pasado hasta la primera década del presente.
Empezó cuando Truman, Churchill y Stalin gobernaban al inicio de la guerra fría y se prolongó casi dos décadas después de la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del socialismo real.
Con ascendiente sobre sectores de la insurgencia africana y de la izquierda latinoamericana, Castro fue uno de los líderes de las revoluciones socialistas triunfantes en el tercer mundo después de la segunda guerra mundial, como Mao Zedong en China y Ho Chi Minh en Vietnam.
Mantuvo un gobierno independiente de Estados Unidos, un fuerte programa social y una política exterior hiperactiva, con lo cual logró un hito en América Latina y obtuvo respaldo popular dentro y fuera de su país.
Así construyó una imagen simbólica que devino su principal activo. Frente a ella se vieron obligados a definirse -a favor o en contra- numerosos intelectuales, corrientes de pensamiento, fuerzas políticas y gobiernos de todo el mundo a lo largo de los años.
En contraste, levantó críticas por su prolongada permanencia en el poder, la hostilidad contra los negocios privados, la represión de libertades individuales y de asociación y los experimentos y giros abruptos de su política económica.
En ocasiones reflejó su interés por su sitio en la posteridad. Selló su primera acción revolucionaria con una frase: “La historia me absolverá”. Ya apartado de la vida pública, difundió dos volúmenes sobre la guerrilla de los cincuenta y otros dos con testimonios biográficos.
Crisis y reforma
Tras el derrumbe soviético y la profunda crisis que siguió en Cuba, Castro aceptó una pequeña apertura al mercado, que pronto frenó. Sobrevivió el régimen de partido único, pero se disparó la desigualdad y decayeron los servicios, sin que la economía superara su ineficiencia crónica.
Los hermanos Castro reconocieron que el sistema puede colapsar por sus propios defectos si no se corrige y con esa línea Raúl emprendió una nueva reforma. Sin embargo, el propio hermano menor alertó que los viejos dirigentes no lograron formar a una generación de remplazo.
Esas son ahora dos variables decisivas para descifrar el futuro de la isla en su nueva relación con Estados Unidos.
El actual presidente, de 85 años, asegura que dejará el cargo al final de su mandato, en 2018. En lo que le resta de gestión, Raúl Castro podrá mostrar hasta dónde llevará la reforma sin la presencia del líder histórico.
El mandatario podrá responder así a una conjetura que creció en los últimos años: si, al menos tácitamente, el hermano mayor ejerció un veto sobre ciertos rumbos, acciones o ritmos de la reforma.
La pieza principal
Fidel Castro era comandante en jefe desde la guerrilla de los cincuenta. A partir de 1965, cuando se fundó el Partido Comunista de Cuba (PCC) como única organización política legal, fue su primer secretario.
En 1959 fue designado primer ministro y desde 1976 y durante tres décadas fue presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros (jefe de Estado y de gobierno).
Pero la fuerza de su liderazgo no estaba en la suma o la combinación de sus cargos. El hombre de barba hirsuta, uniforme verde olivo y arengas sin límite, se convirtió en la pieza principal del sistema, que ahora está en obligada restructuración.
Como máximo líder en ejercicio, Fidel Castro apareció en público por última vez el 26 de julio de 2006. Al día siguiente tuvo una operación intestinal de urgencia y el 31 de julio delegó sus cargos a Raúl.
Él mismo declaró a su salud un secreto de Estado y nunca se le conocieron partes médicos.
En la última década Fidel recibió visitantes extranjeros, asistió a reuniones privadas y a unos pocos actos públicos. Durante cinco años y medio, entre marzo de 2007 y octubre de 2012, publicó cientos de artículos de prensa, a los que luego agregó otros esporádicos comentarios.
En 2008 terminó su último periodo como jefe de Estado y de gobierno y renunció a un nuevo mandato. En 2011 desistió de relegirse como primer secretario del PCC. En todos los cargos lo remplazó Raúl