El acuerdo entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) resuelve los puntos más sensibles que estaban pendientes en el proceso de paz: cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, dejación de armas, garantías de seguridad y lucha contra el paramilitarismo.
Llega a su momento más importante una negociación que consumió casi seis años, si se toman como inicio los contactos secretos que arrancaron en agosto de 2010.
En este lapso Santos rompió con su ex aliado, el ex presidente Alvaro Uribe, ahora cabeza visible del movimiento contra el proceso de paz; el actual mandatario se reeligió y pudo construir una masa crítica social, política y empresarial en favor de la conciliación.
Poco antes de los contactos y aún en sus inicios, la guerrilla perdió a cinco de sus líderes de primera fila. Murieron en acción Jorge Briceño o Mono Jojoy, Alfonso Cano, Raúl Reyes e Iván Ríos (los nombres de guerra), todos miembros del Secretariado, la cúpula dirigente.
En marzo de 2008 murió de un infarto el fundador y comandante máximo de las FARC, Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo).
Las FARC se fundaron en 1964, pero su núcleo estaba alzado desde finales de los años cuarenta. Como se le mire, es la guerrilla más antigua del mundo.
En décadas de guerra hizo varios intentos para negociar la paz, aunque los más importantes fueron el de 1984 con el presidente Belisario Betancur y tres años de discusiones infructuosas (1999-2002) con el gobierno de Andrés Pastrana.
Los portavoces del gobierno, Marcela Durán y de las FARC, Marco León Calarcá, anuncian el miércoles 22 de junio el acuerdo del cese del fuego.
Tras la negociación de los ochenta surgió la Unión Patriótica (UP), el partido que acogió a los efectivos desmovilizados de las FARC.
Los paramilitares emprendieron entonces una cacería de ex guerrilleros desarmados y convirtieron la supuesta paz en una matanza.
Así murieron miles de activistas, decenas de concejales, alcaldes y congresistas y los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo. La UP desapareció, los ex guerrilleros volvieron a las montañas y la paz se frustró.
Esta parte de la historia es el relevante telón de fondo del punto sobre garantías de seguridad y paramilitarismo.
Ahora hay un paquete de acuerdos sobre el campo, el narcotráfico, la inserción política de la guerrilla y la reparación a las víctimas. Hay un marco jurídico especial de justicia transicional y por fin se firma el cese del fuego.
Una nueva generación de dirigentes guerrilleros pudo culminar la negociación con un gobierno que trazó un proyecto realista.
En este tramo fueron protagonistas diplomáticos los países garantes, Cuba y Noruega y los acompañantes, Chile y Venezuela. De más está decirlo: México está fuera del potaje.
Con la relevancia que tiene el pacto militar, aún falta procesarlo y resolver el diferendo sobre la ratificación del conjunto de acuerdos. El gobierno va por el camino de un plebiscito, mientras la guerrilla reclama una nueva constituyente.
Como sea, este es el punto más alto al que haya llegado Colombia en su esfuerzo por la paz, tras décadas de conflicto armado.
Pronto terminarán las pláticas en La Habana y el foco de atención pasará al propio territorio colombiano. Un vuelco jubiloso en el país y un cambio sustancial e histórico en el panorama regional.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario