El paso accidentado de
casi dos mil emigrantes cubanos indocumentados por Centroamérica
hizo que un fenómeno de años por fin estallara en las mesas de
varios gobiernos de la región. No hay respuestas duraderas a la
crisis, aunque sí improvisación y retórica.
En las últimas dos
décadas, el punto más alto de salidas masivas de Cuba fue la crisis
de los balseros de 1994, con 47 mil 844 salidas netas del país
(saldo migratorio externo), según la Oficina Nacional de Estadística
e Información (ONEI) de la isla. En los siguientes años la
emigración se mantuvo con oscilaciones en decenas de miles, hasta
2012, cuando se produjeron 46 mil 662 salidas netas, el nivel más
cercano a la marca anterior.
El conflicto en la
frontera Costa Rica-Nicaragua, la avalancha de cubanos en Chiapas y
sus entradas a Estados Unidos desde México y los informes de
rescates o llegadas de balseros a alguna parte del continente,
indican que 2015 puede ser de nuevo un año de alta emigración en la
isla.
En su último año
fiscal (octubre 2014-septiembre 2015), la Oficina de Aduanas y
Protección de Fronteras de Estados Unidos reportó el ingreso de 43
mil 159 cubanos, un alza de casi 80 por ciento respecto al periodo
anterior (24 mil 278). La mayoría de esas entradas (30 mil 966) fue
por la frontera mexicana.
La vía mexicana para
el paso de cubanos se disparó en el año fiscal de Estados Unidos
2006-2007, cuando entraron a ese país unos 12 mil isleños. Es decir
que en menos de una década el flujo anual se multiplicó más de
tres veces.
El paso de los cubanos
por México y por el istmo tiene años. Parte de la ruta es la misma
que hacen centroamericanos y mexicanos hacia el norte. Todos dejan su
gente, sus casas y sus bienes para buscar una vida mejor. Sólo que,
a diferencia de los otros, los cubanos tienen las puertas abiertas en
Estados Unidos, por la Ley de Ajuste de 1966. Son las dos puntas del
éxodo: las ganas de irse de su país y un lugar donde no hace falta
visa para entrar.
Por eso no parece que
la solución sea la policía y los gases que mandó Daniel Ortega a
la frontera (¿qué pasaría si así ocurriera en Chiapas con los
centroamericanos?); ni el “corredor humanitario” que plantea
Costa Rica (¿sólo para cubanos o en ese tren se pueden subir
mexicanos, hondureños, guatemaltecos...?); ni, por supuesto,
mantener la Ley de Ajuste, como anuncia Estados Unidos.
Hay un conflicto
regional, que históricamente afecta a México y Centroamérica,
países expulsores y de tránsito migratorio, y a Estados Unidos,
principal receptor en esta zona.
La agenda común ha
tenido altas y bajas, mejores y peores momentos, según el signo que
prive en la Casa Blanca y según la voluntad y destreza con que los
gobiernos (sobre todos los mexicanos) decidan litigar el asunto en
Washington. Lo nuevo ahora es que el tamaño del contingente cubano
varado en Peñas Blancas hizo visible que la isla está en la misma
agenda.
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