jueves, 5 de noviembre de 2015

Cita en Mérida

 La visita de Estado de Raúl Castro a México indica que el diálogo político entre los dos gobiernos está en el más alto nivel. Ya es ganancia que haya mesa para dialogar, tras la crispación de los tres sexenios anteriores. 
   En los años noventa el tablero internacional cambió para los dos países. México estrechó su alianza con Estados Unidos por el Tratado de Libre Comercio y Cuba tuvo que buscar una reinserción a la caída del bloque soviético. 
   Pero mexicanos y cubanos no reconstruyeron su relación bilateral bajo los nuevos términos. Será doble ganancia si la reunión de Mérida de este fin de semana, en la que Enrique Peña recibe al visitante, es el punto que marca esa reconstrucción. 
   Sólo que una vez instalada la mesa, tendrán que ocuparse de la sustancia.
    La salida de migrantes cubanos no ha cesado y quizás no cese en algunos años. En Estados Unidos sigue vigente la Ley de Ajuste Cubano de 1966, que otorga residencia a los originarios de la isla un año después de haber llegado, incluso sin papeles. México es el paso de los migrantes cubanos, que llegan al país con o sin documentos, en un fenómeno que arrastra travesías irregulares y riesgosas por mar y tierra, tensión fronteriza, tráfico de personas, gangsterismo, corrupción, violencia y conflicto social itinerante.
    Un memorándum de entendimiento sobre regulación migratoria se acordó entre México y Cuba en 2008. Un nuevo texto se firma este viernes. Se sabe que el documento subraya la responsabilidad compartida y la represión de la trata de personas y el flujo irregular, para estimular la emigración legal, segura y ordenada. Aunque no habrá acuerdo que valga si, además, no cambian los extremos de la ecuación (las pulsiones expulsoras en la isla y la ley estadunidense), debiera esperarse un compromiso firme de para eliminar la turbulencia delictiva que en ocasiones se une a la emigración y, ante todo, los atropellos a los derechos de las personas.


     El intercambio comercial bilateral ha sido simbólico y reducido a nichos. Los empresarios mexicanos se mantuvieron distantes de la isla, disuadidos por las represalias potenciales del bloqueo estadunidense. A su vez, el comercio exterior cubano tiene un conflicto crónico de financiamiento: opera sin fondos frescos, con acceso a crédito escaso y caro, y con regulaciones que crean cuellos de botella. El perfil del proveedor idóneo para la isla ha sido el del que tiene capacidad para el largo plazo. Ahora las oportunidades de venta a Cuba están en el modelo que se abre, pero el financiamiento es la clave.
   La reconciliación con Estados Unidos puso a Cuba en el top de la moda viajera. La pregunta es qué tan duradera puede ser esta ola. En la isla las herramientas básicas de un viajero promedio (tarjetas de crédito, acceso a Internet, celulares) aún son de empleo escaso, deficiente o caro, o las tres cosas juntas. Los servicios de las empresas turísticas estatales o mixtas tienen fuertes deficiencias y el sector privado aún no alcanza la dimensión para disputar clientela en gran escala. Es posible que la moda cubana sea de corto plazo.
   Sin embargo, sería un error descomunal de los operadores mexicanos apostar al fenómeno estacional. La reforma cubana puede vigorizarse; sus servicios pueden reaccionar al desafío y sus inversiones pueden dar un vuelco al escenario. Son firmes los planes de crear un circuito de campos de golf, expandir la explotación de la cayería del norte y abrir un megacentro vacacional en la bahía de La Habana. A la vuelta de unos años la isla puede ser una potencia turística de dimensiones desconocidas y entonces sí los destinos mexicanos tendrán que hacer cuentas.
   Para lo que da la agenda, pocas horas tendrán los presidentes para hablar en Mérida.


   



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