jueves, 11 de febrero de 2016

El Papa de nuevo en Cuba

Llevó dos años de negociaciones secretas concertar la reunión del viernes 11 de febrero en La Habana entre el Papa Francisco y el patriarca ortodoxo ruso Kirill, según explicó el jefe de la Iglesia Católica.
El peculiar relato ocurrió en una reunión en la residencia de Jorge Bergoglio, la Casa Santa Marta, que inicialmente reseñó Corriere della Sera. La agencia católica Zenit hizo 
un resumen en español.
Sólo he dicho que quería encontrar y volver a abrazar a mis hermanos ortodoxos”, dijo el pontífice, en una fórmula que resulta modesta para el significado del encuentro, primero de su tipo desde el cisma que separó a las dos grandes confesiones cristianas hace más de 900 años.
La persecución de cristianos por yihadistas en Medio Oriente y África es un punto de convocatoria urgente, pero Francisco ofreció además algunos trazos de su pensamiento sobre el mundo.
                                         

Mostró su inquietud por tres puntos centrales, las guerras, las migraciones y el terrorismo.
En un momento de virtual guerra fría y sanciones occidentales a Rusia por su actuación en Ucrania y Siria, el Papa reflexionó que la Santa Sede y ese país tienen “en parte” una convergencia de puntos de vista.
En parte”, insistió, porque Moscú “tiene sus intereses”.
Más aún, dijo que Occidente debiera hacer una autocrítica por su intervención en la primavera árabe y usó la metáfora de que son los puentes, no los muros, los que ayudan a la paz.
Pensemos en el de Berlín. Parecía eterno y sin embargo...¡puff!, un día se ha caído”, dijo el Papa.
A pesar del perfil religioso que tiene el encuentro en La Habana, es imposible no preguntarse cómo puede impactar un diálogo entre dos de los líderes espirituales más influyentes del mundo.
La elección de la sede tuvo su propio perfil político. Un alto dignatario ortodoxo, el metropolita Hilarión -uno de los negociadores del cónclave, según Francisco- dijo el jueves 11 en Roma que Kirill no quería celebrar la reunión en Europa, porque se asocia el continente a “la grave historia de las divisiones y conflictos entre los cristianos”.
La sede cubana es la de un gobierno aliado de Rusia y tan cercano al Vaticano como para que haya sido Francisco quien dio el impulso decisivo al deshielo entre Wahington y La Habana.

En las visitas papales suele rizarse el rizo sobre si es una gira pastoral (la del jefe de la Iglesia Católica) o una de Estado (la del jefe de Estado del Vaticano).
El laico católico cubano Roberto Veiga, especialista en la legalidad eclesiástica, dice que “cualquier visita de cualquier Papa a cualquier país integra lo espiritual, lo social y lo político, aunque siempre debería estar obligado a tratarlos con ribetes pastorales.
La realidad y la práctica han impuesto que cualquier Papa para visitar cualquier país, debe recibir la invitación oficial del mismo, y no sólo la eclesiástica. En tanto, todas las visitas son además oficiales”.
Lo contrario, esa diferenciación casi siempre pretendida, no es más que otro de esos “cinismos” (uso este término porque no encuentro otro menos peyorativo y quiero ser lo más preciso posible) a los que nos tiene acostumbrado la historia de la humanidad”.
Las anteriores visitas papales a la isla pudieron leerse en distintas claves. En 1998 Juan Pablo II resumió: “Que Cuba se abra al mundo, con todas sus magníficas posibilidades, y que el mundo se abra a Cuba”.
En 2012 Benedicto XVI llegó con la reforma interna en marcha y ofreció sus oraciones “para que ustedes sigan adelante y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad”.
El mensaje de Francisco en 2015 fue su itinerario: de La Habana a Washington. En su segunda estancia parece que trae a la mesa todo un mapamundi.

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