Tres protagonistas de las elecciones legislativas venezolanas salieron entre la noche del domingo 6 y los primeros minutos del lunes 7 a poner su cuota de responsabilidad frente a los hechos.
Primero fue el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa. Su sola presencia en la cadena nacional, rodeado de altos oficiales en el Comando Estratégico Operacional, todos en traje de campaña, fue una señal de autoridad. Dijo que los incidentes de la jornada fueron “insignificantes”, dentro de un proceso “impecable” y que todo el país estaba en calma.
Fue un tácito respaldo institucional a los resultados, un gesto significativo a una hora de la noche en la que aún no había informes oficiales.
El presidente Nicolás Maduro apareció en las pantallas apenas segundos después de que terminó el informe de la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena. Otro mensaje gestual de refrendo al cómputo.
“Hemos venido a reconocer estos resultados adversos, aceptarlos”, dijo Maduro.
Poco después, JesúsTorrealba, en nombre de la Mesa de Unidad Democrática, dijo que esa coalición opositora sabrá “administrar este triunfo” y que “no llegará para atropellar a nadie… que llegar a la Asamblea en unidad y con deseos de cambio, no implica acabar con las conquistas sociales ni mucho menos llegará a perseguir y condenar a quienes piensen distinto”.
Por supuesto, Maduro y Torrealba volvieron sobre los pasos de sus discursos de campaña. “Ha triunfado la guerra económica”, dijo el presidente. “Venezuela dio un mandato que es una campanada histórica, un alto en el camino de la destrucción”, dijo el líder opositor.
Pero el núcleo de los mensajes orales y corporales estaba dirigido a una solución legal, pacífica.
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