Sin amenaza explícita, Trump dejó abierta la opción de adoptar represalias que impliquen un golpe a las remesas para México y otros países de América Latina.
En su conferencia de prensa del 11 de enero, aún antes de tomar posesión de la Presidencia de Estados Unidos, dijo que su gobierno pagará el muro fronterizo, pero que pasará la factura a México, “sea a través de un impuesto o de un pago…”
Al día siguiente, el presidente Peña Nieto reiteró que México no pagará el muro, pero anticipó que buscará garantizar el libre flujo de remesas.
El 31 de enero, el secretario mexicano de Hacienda, José Antonio Meade, anunció que esa garantía se convertirá en una iniciativa de ley.
El tamaño del conflicto lo ofreció el 1 de febrero el Banco de México, al reportar que las remesas de mexicanos fueron de 26 mil 970 millones de dólares en 2016, 8.82 por ciento más que en 2015.
Aunque su impacto en el PIB es modesto, en torno al 2.8 por ciento, el total del año pasado es el más alto que se haya registrado, por encima del tope anterior, de 2007.
Es el tercer ingreso de divisas de México, debajo del automotriz y el agroalimentario y muy por encima del turismo y el petróleo.
Para Centroamérica y otros países del área, la amenaza es menos clara, pero nada descartable. El muro, pero sobre todo el odio racista y xenófobo que lo impulsa, no distingue entre mexicanos y otros.
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