Quien remplace al ahora precandidato presidencial Marcelo Ebrard encontrará a la cancillería de México con serias debilidades.
Marcelo Ebrard anuncia su renuncia a la cancillería, para buscar la candidatura presidencial en México, el 6 de junio de 2023. Foto de la cuenta de Twitter @m_ebrard
Cierto es que la política exterior la dirige el presidente, por mandato constitucional. Pero es igualmente cierto que quien encabeza la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) tiene la obligación de ofrecer a su jefe el menú de las mejores opciones.
Ya son habituales en la conferencia mañanera de Andrés Manuel López Obrador los anuncios de política exterior que parecen espontáneos o mal planeados, lejos de la discreción a la que obliga la reciprocidad con otros Estados.
Es posible, entonces, que la principal tarea del futuro o futura canciller sea disponer de la mayor capacidad disuasiva ante el mandatario, para persuadirlo de construir una política exterior para el último tramo de la administración.
Por la vía de los hechos, México aceptó ante Estados Unidos la condición de “tercer país seguro” para migrantes, en distintas etapas y modalidades (“Quédate en México”, Título 42, Título 8).
También asumió la función de vigilante adelantado de la frontera sur estadunidense. Una muralla de fuerzas combinadas de la Guardia Nacional y el Instituto Nacional de Migración se desplegó en el sureste mexicano para sofocar el flujo migratorio.
Ambas decisiones ocurrieron sin compensación de ningún tipo. México simplemente acató los requerimientos de Washington.
En contraste, el presidente ha empleado su tribuna diaria para agitar en contra de agencias estadunidenses, del Departamento de Estado para abajo, aunque sin tocar la figura del jefe de la Casa Blanca, Trump o Biden.
Por diversas causas, y en distintos grados de intensidad, surgieron conflictos innecesarios en este sexenio con Panamá, Perú, la Comunidad del Caribe, España y Austria.
La iniciativa multilateral de mayores pretensiones, una propuesta de paz para la guerra en Ucrania, fracasó antes de que los protagonistas la tomaran en serio.
El plan pasó por dos versiones distintas en público, la del presidente y la del canciller, y nunca llegó a la negociación real entre las partes ni entre los propuestos mediadores.
México ya perdió al hilo cuatro candidaturas a organismos internacionales: la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI, 2021)), la Organización Mundial de Comercio (OMC, 2021), la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2022) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 2022).
Las propuestas mexicanas eran de profesionales con reconocida trayectoria y talento, pero naufragaron entre la improvisación y la falta de un efectivo despliegue diplomático.
Otra parte del talento, activo histórico en la SRE, está desaprovechado por una causa distinta: el abuso en las designaciones discrecionales. En este sexenio ha sido mayor que otras veces el desplazamiento del Servicio Exterior, en particular en América Latina y el Caribe.
Al negarse a entregar la presidencia pro tempore, México mantiene anulada en la práctica a la Alianza del Pacífico.
Con la idea de desaparecer la Organización de Estados Americanos (OEA), el gobierno mexicano ha tomado la ruta de menospreciar el trabajo de la entidad hemisférica. La táctica tiene saldos perniciosos, como restarle peso a condenas al régimen de Daniel Ortega o los ataques de López Obrador a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El presidente mexicano desestima la participación en foros internacionales. Rehusó asistir a la IX Cumbre de las Américas, donde pudo haber hecho resonar la voz del país en defensa de numerosos reclamos regionales ante Estados Unidos, incluso para protestar por lo que él mismo adujo para su ausencia: la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela en la cita.
Tampoco ha participado en las reuniones presenciales del Grupo de los 20, donde México tiene un lugar y el mandatario puede encontrarse con sus colegas en los márgenes del encuentro. Era un típico escenario para negociar un proyecto como el plan de paz para Ucrania.
López Obrador prefiere tratar por carta los asuntos que le importan, aunque mensajes suyos a líderes de Austria, China, España o Israel no han tenido respuesta conocida ni resultados.
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