“Podría por favor repetir textualmente qué le dijo” Fidel Castro, le lanzó George H.W. Bush a Mijail Gorbachov, mientras las olas del Mediterráneo chocaban contra el buque soviético Máximo Gorki, donde ambos hablaban.
Había caído el Muro de Berlín y había surgido el primer gobierno poscomunista en Polonia. Terminaba la Guerra Fría y los presidentes de Estados Unidos y de la Unión Soviética se reunían en Malta, con una vastísima agenda.
George H. W. Bush y Mijail Gorbachov, en la cumbre de Malta, 2-3 de diciembre de 1989. Foto Ap
Para la cita del 2 y 3 de diciembre de 1989, los asesores de Bush hicieron un guion: temas regionales, Europa del Este, perestroika, economía, política soviética, control de armas, asuntos trasnacionales y bilaterales.
En el primer apartado, los tres primeros puntos eran diálogo regional, Centroamérica y Cuba, en ese orden.
Sobre la isla, los apuntes para Bush se centraban en objetar la asistencia militar soviética y el apoyo cubano a Nicaragua y la guerrilla salvadoreña.
Así lo expone el mandatario estadunidense en la reunión con comitivas. El líder soviético responde que lo mejor es hablar directamente con Castro, quien “tiene sus propias ideas sobre nuestra perestroika”.
Más tarde, a solas los dos, Gorbachov le dice a Bush que, cuando visitó Cuba en abril de 1989, las conversaciones no fueron sencillas con Fidel, quien mostró “cierta preocupación” por el rumbo que tomaba la URSS.
Gorbachov le cuenta a Bush que explicó a Castro la política del Kremlin y que “en general todo terminó bien”. Que dijo a Fidel que lo veía fuera de sintonía con los soviéticos y le sugirió seguir el rumbo de Europa del Este, pero no le iba a dictar órdenes; que también le expresó que Moscú actuaba por necesidades propias y lo que hiciera la isla sería asunto suyo.
Que Fidel, en fin, pidió la ayuda soviética para normalizar las relaciones con Estados Unidos.
Gorbachov le pide a Bush que mantenga este último dato en secreto, para evitar una reacción negativa de Castro. Claro, responde Bush, no lo voy a poner a usted en una situación embarazosa.
Gorbachov ofrece su ayuda, quizás para un primer contacto, aunque cree que no sea necesario. Le pide a Bush que piense sobre el asunto.
Mijail Gorbachov y Fidel Castro en La Habana, el 2 de abril de 1989. Foto Ap
“Me parece que Castro entiende cuánto ha cambiado el mundo. Lo sentí en mi conversación con él. Pero él tiene un muy fuerte sentido de la autoestima y la independencia”, dice Gorbachov.
Bush le pide ahí la cita exacta. “Sus palabras fueron las siguientes”, recuerda Gorbachov: “Durante sus contactos con el presidente, le pedimos que usted encuentre las vías y la manera para transmitir el interés de Cuba en normalizar las relaciones con Estados Unidos”.
“Es lo que estoy haciendo ahora”, agrega Gorbachov.
“Le voy a mostrar todas mis cartas en Centroamérica y Cuba”, le dice Bush y arranca con una larga exposición. Llega a decir que el respaldo soviético a Nicaragua y a la isla es el elemento más problemático en la relación entre Washington y Moscú.
En sustancia dice que Castro desentona con los cambios en la Unión Soviética, Europa del Este y el hemisferio occidental. Rechaza el trasiego de armas hacia Centroamérica y Gorbachov le recuerda que las armas de Estados Unidos también pululan en la región. Ambos quedan de acuerdo en que lo mejor son elecciones libres en el istmo.
Bush defiende su intervención militar en algunos países, a lo que Gorbachov le replica que debe respetar las soberanías nacionales. Agrega que ya se habla de una “Doctrina Bush” en remplazo de la “Doctrina Brezhnev” (militares soviéticos aplastando rebeliones en Europa del Este) y resume: “Dejemos que la gente decida por sí misma su futuro”.
Bush se sale del tema y vuelve a pedir que cese la ayuda soviética a Cuba. La URSS no quiere esferas de influencia en América Latina, dice Gorbachov. Subraya que mantiene relaciones con la isla, país soberano con gobierno propio, al que no hay que enseñarle nada.
Gorbachov se queja de que antes se acusaba a la Unión Soviética de “exportar la revolución” y ahora Estados Unidos quiere que los cambios en Europa oriental sean con los “valores americanos”.
Bush reacciona con "gran frialdad" a la propuesta de hablar directamente con los cubanos, recuerda Gorbachov en sus Memorias (Plaza y Janés, 1995). Cree que Estados Unidos no va a transigir en ese punto. A juicio de Gorbachov, el resultado de Malta fue que la Guerra Fría había terminado, dice William Taubman (Gorbachov, vida y época, Debate, 2017).
Desde el año anterior a esa cumbre, Fidel Castro había rechazado la perestroika, lo cual confirmó a un alto dirigente soviético (Vitali I. Vorotnikov, Mi verdad, Editora Abril, 1995), así como al propio Gorbachov durante la visita y en su famoso discurso de julio siguiente, después del cual tardó cuatro años en iniciar algunas reformas en Cuba.
Fragmento del discurso de Fidel Castro el 26 de julio de 1989
La reunión de Malta se puede reconstruir por las minutas de la Casa Blanca y del Kremlin (traducida al inglés), obtenidas por el Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad Georgetown y detalles adicionales en William M. Leogrande y Peter Kornbluh, Diplomacia encubierta con Cuba, FCE, 2015.
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