Las protestas del 11 de julio pasado dinamizaron en Cuba la discusión sobre el rumbo del país.
Las opiniones remiten al debate abierto sobre qué hacer en la isla, qué tanto cambiar, en qué aspectos y con qué límites, a partir del hecho de que nada podría ser igual al pasado que cayó con el Muro de Berlín.
Uno de los escenarios fluidos en la discusión ha sido el sitio La Tizza, revista digital que se define como plataforma para debatir “el proyecto de la revolución cubana, su relación con las prácticas políticas del día, y sus futuros posibles” y que “apuesta por la profundización del socialismo, única garantía de su pervivencia”.
Días después del 11J, un editorial consideró que quienes salieron a las calles ese domingo “eran pueblo”, del sector “que más ha sufrido los efectos” de la crisis combinada de agresión económica de Estados Unidos y pandemia. Y eran de la parte “más desfavorecida con el inevitable aumento de la desigualdad social con que el avance de reformas de mercado ha lacerado y segmentado nuestra sociedad”.
“Si soslayamos esta complejidad, si pensamos simplemente que son ‘delincuentes’ o ‘marginales', si nos resistimos a entender los procesos de marginación y si no reconocemos las deudas con los más humildes hacia lo interno de nuestra sociedad nunca vamos a entender qué ocurrió ese domingo”, agrega el comentario.
Pero considera la revista que ese sector, al menos en La Habana, “fue activado por la agenda política de la contrarrevolución (…) Hubo espontaneidad, pero también hubo una operación política y de inteligencia, ejecutada por actores que sí comprenden perfectamente la agenda en juego”.
En un segundo editorial, desarrollo del anterior, La Tizza desglosa iniciativas que enlazan la coyuntura con proyecciones de largo plazo: combate a la corrupción, como forma de redistribuir riqueza; reorientar recursos “mal empleados”, con el ejemplo, entre otros, del turismo, que mantiene el ritmo de inversión pese a la caída reciente por la pandemia y la construcción de “contrapesos de poder social”, como llama a las atribuciones legales que tiene la población para frenar “decisiones erradas o implementadas con pobre eficacia” a cargo de “directivos insensibles, corruptos y autoritarios”.
Rolando Prats
Poeta cubano, crítico literario, ensayista y traductor de Naciones Unidas, Rolando Prats-Paez es un colaborador de La Tizza y al mismo tiempo editor del sitio Patrias. Actos y Letras.
Consultado para estas líneas, Rolando Prats considera que la dirigencia cubana debe satisfacer “las exigencias cada vez más tangibles de democratización de la vida económica, social y cultural, pero también política, del país”, con pleno apego a la Constitución y las leyes, con una “re-imaginación de lo democrático mismo, no como algo que pone en riesgo la herencia de la Revolución o la viabilidad de los proyectos en marcha del Estado, sino todo lo contrario, como una condición necesaria y, al mismo tiempo, un arma política y hasta ideológica poderosa para preservar, ampliar y profundizar, haciéndolo más atractivo para un número mayor, el proyecto de construcción de una sociedad justa, pero también libre, próspera, avanzada, moderna”.
Señala también: “Sería miope y sería suicida seguir apostando a que vendrán tiempos mejores, que algún día volverán a ‘normalizarse’ las relaciones con los Estados Unidos, que el bloqueo se suavizará o desaparecerá, que China o Rusia o Irán o incluso Venezuela podrán una vez más venir al rescate y evitar que la nave haga agua, que los ingresos provenientes del turismo o la biotecnología o los servicios médicos que presta Cuba serán suficientes para sobrevivir en paz o que habrá alguna otra revolución en América Latina, y que se podrá entonces seguir posponiendo el gran desafío de la exigencia democrática”.
En ese reclamo no hay “un riesgo mortal, sino la mejor oportunidad y posiblemente la única no sólo de preservar lo mucho que se logró durante los mejores años de la Revolución, sino también de profundizarlo, poniéndolo a la altura de los deseos, las expectativas, las sensibilidades, las capacidades y el imaginario de quienes serán sus protagonistas y de quienes, en definitiva, le han sido fieles a ese proyecto durante generaciones”.
“El día que en Cuba se pueda salir a protestar autorizada y pacíficamente —y que las propias fuerzas del orden protejan a los manifestantes—, ese día se derrumbará un mito, no el de la Revolución, sino el de quienes propugnan, porque están convencidos de ello, que socialismo y libertad son incompatibles en Cuba”, apunta el ensayista.
Sin embargo, expresa una reserva: “Toda expansión del espacio público para su utilización con fines de disentimiento político —por muy legítimo que sea el ejercicio de ese derecho— podrá y seguramente será utilizado con fines subversivos, sobre todo desde el exterior, sobre todo desde los Estados Unidos, sobre todo desde Miami, y que no se desaprovechará ninguna oportunidad para hacer realidad la agenda de regime change. Pero la alternativa no puede ser seguir alimentando la posibilidad de que ello ocurra por otras vías. Habrá que saber adelantarse a la próxima crisis”.
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