domingo, 19 de septiembre de 2021

AMLO ante EU, China, Cuba y la Celac




   ¿Busca López Obrador mediar en el conflicto entre Cuba y Estados Unidos? ¿Pone a la isla como una pieza de su propuesta de integración americana frente al poderío de China?

   Ambas preguntas surgen después de que en sólo dos meses el presidente López Obrador ha dicho tres discursos de política exterior, que coinciden en tres puntos: las relaciones hemisféricas, China y Cuba. 

   Por primera vez en la historia del desfile anual del 16 de septiembre hubo discursos previos al paso de la columna militar y se invitó a un jefe de Estado extranjero, en este caso el cubano Miguel Díaz-Canel. 



Los presidentes de Cuba, Miguel Díaz-Canel y de México, Andrés Manuel López Obrador, el 16 de septiembre de 2021 en la Ciudad de México. Foto José Antonio López



   El presidente mexicano había explicado que Díaz-Canel era uno de los invitados a las conmemoraciones históricas por los  aniversarios redondos de 2021, como meses antes lo fueron los presidentes de Argentina, Bolivia, Ecuador y Guatemala.

   Pero no queda claro por qué un invitado extranjero tenía que venir el 16 de septiembre, cuando no se cumple un aniversario redondo y es con la víspera, día del Grito de Independencia, la fecha más destacada y atendida del calendario cívico nacional.

  Díaz-Canel estuvo invitado al menos a un par de fechas históricas antes este mismo año, pero esos viajes se cancelaron o pospusieron. Sea por ajustes de calendario o por una decisión explícita, la asistencia del mandatario cubano el 16 de septiembre puso a Cuba en un sitio protagónico en la serie de manifestaciones de política exterior de López Obrador.

   El 24 de julio, aniversario del natalicio de Simón Bolívar, el presidente de México puso sobre la mesa “el crecimiento desmesurado de China” y la debilidad comparativa de América del Norte. Propuso vigorizar la zona norteamericana, con Estados Unidos “fuerte en lo económico y no sólo en lo militar” y lanzó su idea de construir “algo semejante a la Unión Europea (UE)”. 

   Al mismo tiempo, puso los reflectores sobre la agresión económica de Estados Unidos contra la isla: “Podemos estar de acuerdo o no con la Revolución Cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña”.

   El día del desfile el presidente mexicano repitió parte de sus dichos de julio sobre Cuba y agregó la demanda directa al gobierno de Estados Unidos de “levantar el bloqueo” contra la isla. 

   López Obrador volvió a sus argumentos en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el 18 de septiembre. Identificó al organismo como “el principal instrumento para consolidar las relaciones” regionales y construir la integración estilo UE.  

  Las ideas que se han combinado en los tres discursos sugieren que el proyecto de una América unida frente a China, mediante un tratado regional y “una nueva convivencia”, se basa en el diálogo y la alianza con Washington y pasa por cesar el ataque económico a Cuba.




Cumbre de la Celac en la Ciudad de México, el 18 de septiembre de 2021. Foto Presidencia


Huecos y oportunidades


   El rechazo a la presión económica contra Cuba es una posición que han mantenido los gobiernos mexicanos durante seis décadas. López Obrador agregó esta vez dos consideraciones: “Se ve mal que el gobierno de Estados Unidos utilice el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que éste, obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno. Si esta perversa estrategia lograse tener éxito –algo que no parece probable por la dignidad a que nos hemos referido–, repito, si tuviera éxito, se convertiría en un triunfo pírrico, vil y canallesco”.

   Y luego extendió el escenario de soluciones a parte de la emigración cubana en Estados Unidos: “En la búsqueda de la reconciliación también debe ayudar la comunidad cubano estadunidense, haciendo a un lado los intereses electorales o partidistas. Hay que dejar atrás resentimientos, entender las nuevas circunstancias y buscar la reconciliación”.

   Ambos planteamientos son limitados. El primero omite de la ecuación las demandas de sectores de la población cubana, cuya  legitimidad ha reconocido el propio Díaz-Canel. En las semanas siguientes a las protestas del 11 de julio, con una catarata de acciones, medidas regulatorias y un amplio paquete legislativo, el gobierno cubano confirmó por la vía de los hechos que había respuestas a reclamos populares reales, no inducidos por la propaganda animada desde Estados Unidos.

   La segunda propuesta de López Obrador, el llamado a la reconciliación, también tiene omisiones, en este caso las otras partes del diálogo, el gobierno de La Habana y la población residente en la isla. Barack Obama ya había expuesto el punto durante su visita a Cuba en 2016 y desató una tormentosa polémica sin solución. 

   A lo largo de la historia las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos han sido directas, pero en ocasiones las han precedido gestiones de intermediación. México ha sido puente al menos en dos ocasiones relevantes: en 1981, cuando el gobierno de José López Portillo promovió una entrevista entre el secretario de Estado estadounidense, Alexander Haig y el vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez, que terminó sin resultados.

   La segunda vez fue la intervención de Carlos Salinas de Gortari para propiciar las negociaciones que condujeron en 1994 a los vigentes acuerdos migratorios entre Washington y La Habana.

   En otro sector de la propuesta, López Obrador plantea un modelo de integración semejante a la UE con base en la “no intervención”, cuando el proceso europeo se basa, precisamente, en la cesión de soberanía y disciplinas comunes.

   A pesar de los huecos visibles en la argumentación, López Obrador detonó un menú de opciones para el hemisferio, en un momento en el que ha estrechado la relación con Estados Unidos (Diálogo Económico de Alto Nivel, freno a la emigración centroamericana), ha fortalecido el trato político con Cuba y, aún con ausencias, ha vuelto a sentar a la mesa a la Celac. 

  Pero el camino aún está por verse, con el silencio de Estados Unidos y con los conflictos y discrepancias que mostró la reunión latinoamericana. 







miércoles, 15 de septiembre de 2021

Debate en Cuba: 'La Tizza' y Rolando Prats

  Las protestas del 11 de julio pasado dinamizaron en Cuba la discusión sobre el rumbo del país.

   Las opiniones remiten al debate abierto sobre qué hacer en la isla, qué tanto cambiar, en qué aspectos y con qué límites, a partir del hecho de que nada podría ser igual al pasado que cayó con el Muro de Berlín.

 

  Uno de los escenarios fluidos en la discusión ha sido el sitio La Tizza, revista digital que se define como plataforma para debatir “el proyecto de la revolución cubana, su relación con las prácticas políticas del día, y sus futuros posibles” y que “apuesta por la profundización del socialismo, única garantía de su pervivencia”.


   Días después del 11J, un editorial consideró que quienes salieron a las calles ese domingo “eran pueblo”, del sector “que más ha sufrido los efectos” de la crisis combinada de agresión económica de Estados Unidos y pandemia. Y eran de la parte “más desfavorecida con el inevitable aumento de la desigualdad social con que el avance de reformas de mercado ha lacerado y segmentado nuestra sociedad”.


   “Si soslayamos esta complejidad, si pensamos simplemente que son ‘delincuentes’ o ‘marginales', si nos resistimos a entender los procesos de marginación y si no reconocemos las deudas con los más humildes hacia lo interno de nuestra sociedad nunca vamos a entender qué ocurrió ese domingo”, agrega el comentario.


   Pero considera la revista que ese sector, al menos en La Habana, “fue activado por la agenda política de la contrarrevolución (…) Hubo espontaneidad, pero también hubo una operación política y de inteligencia, ejecutada por actores que sí comprenden perfectamente la agenda en juego”.


  En un segundo editorial, desarrollo del anterior, La Tizza desglosa iniciativas que enlazan la coyuntura con proyecciones de largo plazo: combate a la corrupción, como forma de redistribuir riqueza; reorientar recursos “mal empleados”, con el ejemplo, entre otros, del turismo, que mantiene el ritmo de inversión pese a la caída reciente por la pandemia y la construcción de “contrapesos de poder social”, como llama a las atribuciones legales que tiene la población para frenar “decisiones erradas o implementadas con pobre eficacia” a cargo de “directivos insensibles, corruptos y autoritarios”.



                                               Foto tomada de La Tizza


Rolando Prats


   Poeta cubano, crítico literario, ensayista y traductor de Naciones Unidas, Rolando Prats-Paez es un colaborador de La Tizza y al mismo tiempo editor del sitio Patrias. Actos y Letras.


   Consultado para estas líneas, Rolando Prats considera que la dirigencia cubana debe satisfacer “las exigencias cada vez más tangibles de democratización de la vida económica, social y cultural, pero también política, del país”, con pleno apego a la Constitución y las leyes, con una “re-imaginación de lo democrático mismo, no como algo que pone en riesgo la herencia de la Revolución o la viabilidad de los proyectos en marcha del Estado, sino todo lo contrario, como una condición necesaria y, al mismo tiempo, un arma política y hasta ideológica poderosa para preservar, ampliar y profundizar, haciéndolo más atractivo para un número mayor, el proyecto de construcción de una sociedad justa, pero también libre, próspera, avanzada, moderna”.


   Señala también: “Sería miope y sería suicida seguir apostando a que vendrán tiempos mejores, que algún día volverán a ‘normalizarse’ las relaciones con los Estados Unidos, que el bloqueo se suavizará o desaparecerá, que China o Rusia o Irán o incluso Venezuela podrán una vez más venir al rescate y evitar que la nave haga agua, que los ingresos provenientes del turismo o la biotecnología o los servicios médicos que presta Cuba serán suficientes para sobrevivir en paz o que habrá alguna otra revolución en América Latina, y que se podrá entonces seguir posponiendo el gran desafío de la exigencia democrática”.


   En ese reclamo no hay “un riesgo mortal, sino la mejor oportunidad y posiblemente la única no sólo de preservar lo mucho que se logró durante los mejores años de la Revolución, sino también de profundizarlo, poniéndolo a la altura de los deseos, las expectativas, las sensibilidades, las capacidades y el imaginario de quienes serán sus protagonistas y de quienes, en definitiva, le han sido fieles a ese proyecto durante generaciones”.


   “El día que en Cuba se pueda salir a protestar autorizada y pacíficamente —y que las propias fuerzas del orden protejan a los manifestantes—, ese día se derrumbará un mito, no el de la Revolución, sino el de quienes propugnan, porque están convencidos de ello, que socialismo y libertad son incompatibles en Cuba”, apunta el ensayista.


   Sin embargo, expresa una reserva: “Toda expansión del espacio público para su utilización con fines de disentimiento político —por muy legítimo que sea el ejercicio de ese derecho— podrá y seguramente será utilizado con fines subversivos, sobre todo desde el exterior, sobre todo desde los Estados Unidos, sobre todo desde Miami, y que no se desaprovechará ninguna oportunidad para hacer realidad la agenda de regime change. Pero la alternativa no puede ser seguir alimentando la posibilidad de que ello ocurra por otras vías. Habrá que saber adelantarse a la próxima crisis”.