sábado, 19 de octubre de 2024

¿Cuáles son los 100 mejores libros del siglo XX en Cuba?

 Una intensa discusión virtual y espontánea desembocó en las últimas semanas en la formación de una especie de canon editorial de Cuba en el siglo XX.

“Yo sólo lancé la idea a mis clientes y respondieron masivamente”, dice Guivei Reina, experimentado vendedor de libros viejos en La Habana, que edita la cuenta Librería Isla Bonita en Instagram y Facebook, donde difundió el resultado.

La discusión, primero abierta y desorganizada, corrió por un canal de WhatsApp y de ahí brincó a su versión final. El consenso fue fijar en 100 la cantidad de libros de autores cubanos publicados en la isla el siglo pasado.

El elemento más valioso es que intervino “gente que lee, no gente que critica”, dice Guivei. La mayoría de participantes están entre los 30 y 40 años, pero “tuvimos la ayuda inestimable de libreros de más de 70 años y otros de apenas 21”. Hubo propuestas desde Nueva York, Belgrado, Moscú, Miami, Ecuador, Portugal… un poco como la nación que hoy somos”.

La lista empieza con Tradiciones cubanas (Álvaro de la Iglesia, 1911) y termina con La isla en peso (Virgilio Piñera, 1999). En medio está una vigorosa representación del ensayo y la creación en Cuba en el siglo pasado, con muchos de los nombres que pueden venir a la memoria de cualquier lector de obra de la isla en esa época.

De los autores vivos hay títulos de Miguel Barnet, Abilio Estévez, Reynaldo González, Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Senel Paz, Julio Travieso y Zoé Valdés.



Algunos enlistados padecieron distintas formas de marginación oficial, aunque fueron reivindicados años después, como Antón Arrufat, Gastón Baquero, Eduardo Heras León, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Severo Sarduy. Otros siguen ignorados como Reynaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, Jesús Díaz, Norberto Fuentes y Heberto Padilla.

La relación de un arco tan amplio es un ejercicio singular en Cuba, que remite al discurso del poeta César López (1933–2020) en la Feria del Libro de La Habana de 2007, cuando defendió un canon literario incluyente, con nombres de los alguna vez proscritos o proscritos a secas.

La sola idea y la versión definitiva del catálogo de los 100 del siglo XX pueden avivar la discusión hasta el infinito, incluso con disparos al aire: “Hubo quien salió a criticar sin haber leído la lista”, dice Guivei. Pero el espíritu de la lista es “salvar lo mejor y más querido de la bibliografia cubana”.

“De manera activa o muy activa fueron unas diez personas que defendieron con dientes y uñas la inclusión de cada uno de sus autores favoritos, pero cerca de 20 hicieron algún aporte o recordaron a algún autor que no había sido nombrado”, recuerda el librero sobre el debate.

-¿Tuvieron que eliminar muchos títulos? ¿Cuántas propuestas hubo?

-Al final nos dimos cuenta de que 100 títulos no eran suficientes para tanta obra de calidad que, para suerte nuestra, han sido escritas en esta isla que no es pequeña ni geográfica ni literariamente.

El nombre que sin dudas quedó fuera por el apuro y la inexperiencia en un acto de este tipo fue el de Rafaela Chacón Nardi (poeta, 1926–2001). Y en la lista estuvo por un momento César Leante (novelista, ensayista y periodista, 1928–2013).

Hubo un gran coleccionista de libros, Manuel Alejandro, que propuso a muchos autores que sin duda son importantes, pero cuyos libros hoy es imposible encontrar, como (José Manuel) Carbonell (1880–1968). Pero no podía ser injusto con autores que un día estuvieron en las casas cubanas y la desidia los dejó fuera. En representación de esos autores, Manuel Sanguily, Raúl Roa, Emilio Bacardí y otros tantos, pusimos, olímpicamente si se quiere, a Carbonell y su Evolución de la cultura cubana (1927).





Creo que hay que agregar, y con esto estaríamos reparando una injusticia histórica enorme, que si bien Heberto Padilla es el poeta más conocido, por razones obvias, el más mencionado de su generación, César Lopez, quien sufrió el ostracismo en silencio, es sin dudas uno de los escritores que debieron estar en la lista. Pocos recuerdan que el “caso Padilla” también fue el “caso César López”, pero el poeta terminó siendo castigado en un bando por no ser lo suficientemente revolucionario y en el otro por no dejar de serlo. Es el gran olvidado

-¿Cómo explicar que entre quienes viven en Cuba, en medio de la crisis, haya quien lea, se interese por los libros e incluso participe en un debate bibliográfico?

-La apatía es el general que realmente manda en Cuba, pero por un momento lo vencimos. Ya hay muy pocos interesados en la lectura en Cuba y menos cuando se trata de literatura cubana. Esto si se quiere es un acto de los últimos rebeldes, sobre todo porque somos conscientes de que el libro y la literatura cubana están heridos y muy posiblemente de muerte. Quizás la manera en que llevamos el debate, con el típico carácter jodedor del cubano, hizo que muchos se embullaran a participar y de hecho se convirtió en algo más serio de lo que se planteó tan sólo cómo una broma infinita. Hubo gente que con gran modestia me dijo que no se atrevía a participar más activamente por no haber leído muchos de los títulos mencionados, pero son personas que, me consta, gozan de una gran cultura y de verdadero amor por la literatura, especialmente la cubana.