Con la asistencia de menos de la mitad de los mandatarios convocados, la VII Cumbre de la Conferencia de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) en Buenos Aires queda marcada por novedades significativas y un telón de fondo de tensiones.
Ya no sorprende su ausencia, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador desdeña una vez más una cita multilateral.
Apenas dos semanas antes, como anfitrión de Joe Biden y Justin Trudeau, López Obrador defendió con énfasis su plan de integración continental para que el impacto del tratado comercial de América del Norte se extienda al resto del hemisferio.
Ahora deja pasar la oportunidad de hablar de la que parecía una de sus prioridades de política exterior con quienes pudieran ser protagonistas: el chileno Gabriel Boric, el argentino Alberto Fernández, el brasileño Luiz Inacio Lula y el colombiano Gustavo Petro, que representan a las mayores economías de la región.
Andrés Manuel López Obrador recibe a Luiz Inacio Lula el 2 de marzo de 2022 en la Ciudad de México. Foto Presidencia de México
Alberto Fernández recibe a Gabriel Boric en Buenos Aires, el 4 de abril de 2022. Foto Casa de Gobierno de Argentina
Tampoco estará en la Celac Daniel Ortega. Quizás mejor para él. Evitará enfrentar las impugnaciones al totalitarismo en el que se hunde Nicaragua y su máxima expresión, los centenares de presos políticos, incluyendo ex comandantes sandinistas y ex candidatos presidenciales.
La peruana Dina Boluarte no puede plantearse siquiera un viaje corto, con su país literalmente en llamas.
En su primer gira al exterior desde que asumió la Presidencia el 1 de enero, Lula cumple una visita oficial para estrechar la relación bilateral con Argentina. Reaparece en Buenos Aires como presidente y acentúa el regreso de su país a la Celac, tras dos años de ausencia por decisión de Bolsonaro.
Hay consenso en la región en respaldar a las instituciones brasileñas contra el ataque golpista del bolsonarismo. Hay diferencias, en cambio, sobre la crisis peruana: desde llamados a Boluarte a la moderación y al cese a la represión hasta la defensa de Pedro Castillo como presidente.
Vaya o no Guillermo Lasso, en la mesa está su diferendo con Fernández. En la embajada argentina en Quito está asilada María de los Ángeles Duarte, ministra de Obras Públicas con Rafael Correa (2007-2017). Ecuador niega el salvoconducto, con base en una condena de ocho años de prisión por cohecho contra la ex ministra. Duarte niega los cargos y se considera perseguida política.
A la cumbre asiste Christopher Dodd, asesor especial de Biden para las Américas y el presidente chino Xi Jinping envía un mensaje. En cambio, no está siquiera invitado Luis Almagro, una señal ostensible de su precario respaldo en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Detrás del telón coexisten conflictos como el que enfrenta a Guatemala y Colombia, que retiraron a sus respectivos embajadores tras una acusación por corrupción del gobierno de Alejandro Giammattei contra el ministro de Defensa de Petro, Iván Velásquez, quien fue, nada menos, el presidente de la comisión internacional que investigó la corrupción en el país centroamericano. Además, Colombia y Nicaragua mantienen sin cerrar definitivamente un conflicto por límites marinos. En contraste, Colombia y Venezuela se sientan a la mesa con una relación bilateral rehabilitada, con fronteras abiertas.
Después de años de violento choque con Estados Unidos durante la era Trump y la primera mitad de Biden, Cuba y Venezuela ven señales de limitada distensión y reclaman el cese total de represalias. Washington busca eliminar a toda costa la llegada de indocumentados, entre otros, de esos dos países, a los que, además, les reitera su reclamo de respeto a los derechos humanos.